miércoles, 16 de abril de 2008

Entrega total

Desde la intertextualidad entre el sexo y la academia, a ver qué les parece


Gracias, María Magdalena...

Por ubicarme
de manera consciente y sin presiones
en el punto Ge de mi trayectoria profesional.

Por darme la mano
para escalar airosamente
el Monte de Venus de la superación.

Por ayudarme a salir
del anquilosamiento genital
de la mediocridad.

Por permitirme degustar
el hedonismo heterogéneo
de la verdadera formación.

Por atraerme
con la inquietante y sutil tentación
del estudio de la realidad real.

Por enseñarme a copular
sin inhibiciones
con la investigación.

Por mostrarme
el pubis fértil de la etnografía
y la andropáusea del socioempirismo.

Por señalarme el camino
para andar entre la zona erógena
del análisis y la síntesis.

Por decirme
como sonrojar sin veleidades
el pudor de la crítica.

Por darme el valor para
defender testicularmente
mis argumentos.

Por confiarme el secreto
de cómo estimular
las hormonas intelectuales de los profesores.

Por indicarme cómo penetrar
justo en la mejora continua
de la calidad educativa.

Y, entre otras cosas, también te agradezco...

Por la chinga dolorosa y placentera
de convertirme en investigador.

Por haber aprendido a tolerar
el sadomasoquismo positivista.

Por desmitificar el Eros inmaculado
de la realidad escolar.

Por el erotismo exacerbado
de la autenticidad existencial.

Por el coito amoroso
con los libros selectos.

Por la flagrante masturbación
de la otredad.

Por la eyaculación
de la conciencia hegeliana.

Por el inquietante placer
de la educación holística.

Por la líbido decantada
en derroches de enseñanza.

Por la caricia fortuita
del verdadero aprendizaje.

Por la insaciable y riquísima sensación
de evidenciar lo aprendido.

Por desacralizar el sexo enmarañado y pudoroso
de la escuela.

Por la furiosa fornicación
con la dialéctica.

Por el orgasmo doloroso
de la verdadera praxis.

Por derramar, en el lugar preciso,
el semen de mi vocación magisterial.

Sí, María Magdalena,
porque la docencia compartida
es un acto de amor
que produce frutos sabrosos, perennes e inconmensurables.

Tomás Corona/2002

miércoles, 2 de abril de 2008

Soneto corrompido

Quiero estrenar mi blog con este soneto que escribí ha tiempo, a ver que les parece

Es tanta la gente que me ha chingado
y tantos los cabrones que me han jodido,
que con rabia desdén y desagrado
reniego del pinche hombre corrompido.

Fue por pendejo, más que por descuido,
por creer que es oro todo lo dorado,
cualquier hijo de puta mal nacido
con mis mejores bienes se ha quedado.

El amigo más fiel me ha traicionado,
mis hermanos de sangre me han vendido,
estoy como Jesús crucificado.

A pesar del horror de lo vivido,
aún creo, feliz y enamorado,
que el mundo es bueno y que tiene sentido.